martes, 31 de agosto de 2010

García, a secas

García es un hombre tan anónimo que ni siquiera tiene nombre. A él no parece importarle, para la vida que le tocó vivir, un apellido a secas basta.  A pesar de sus 58 años, sigue siendo un ser anónimo que se mueve por el margen de la carretera pasando desapercibido para la gran mayoría. Este es el protagonista de  “García”, coproducción Colombo-Brasilera dirigida  por el bogotano José Luis Rugeles.
Las ciudades están llenas de este tipo de personajes invisibles que ante la escasez de todo, silencian su espíritu para no preguntarse por su origen, mucho menos por su futuro. Después de todo, su destino ya está marcado desde que nacen y la pobreza es una cadena que los asfixia y que, rara vez, logran romper. 
Pero en medio de este desasosiego, hay quienes ejercen su derecho de soñar.  Entre ellos está García, un hombre bueno que trabaja como vigilante y que vive con una mujer a la que adora.  Él trabaja para comprarle a su mujer la casa que puede, aunque no es la que ella anhela.  Ella se llama Amalia y su mayor anhelo es dejar pobre, sin importar cómo ni con quién. Y en ese afán se involucra con otro,  de apellido Gómez, que lo que más desea es volver a ser soltero.  
Propósitos condenados al fracaso. No por la pluma del guionista, sino por la dinámica de una sociedad en la que soñar es un privilegio de pocos. Porque hay realidades que no pueden cambiarse pues, al igual que en una tragedia griega, sería atentar contra el orden divino del universo.
Sin embargo hay personajes que hacen caso omiso a los dogmas y, sin importar las consecuencias, toman el riesgo impulsados solos por su fin. Por eso se convierten en protagonistas y sus historias se convierten en películas.
Hay protagonistas de muchos estilos: Astutos, aventajados y poseedores de poderes extraordinarios con los que salvarán el mundo pero también hay protagonistas como García. Un hombre que, a los 58 años, sigue trabajando sin siquiera tomar vacaciones y cuyo mayor logro es estar casado con una mujer que lo trata con indiferencia. Hasta que le llega el día de tomar el riesgo y lo hace sin dudar porque está en juego la vida de su amada Amalia.
El largometraje “Garcia” es una de esas producciones donde el mayor peso lo ponen los actores.  Por eso los productores no dudaron y escogieron el elenco a dedo.  El papel de García, fue para  el mexicano Damián Alcazar, famoso por su manera de compenetrarse con sus personajes, como lo hizo en “Satanás”, en “El crimen del padre Amaro” y en “La ley de Herodes”, por mencionar algunas.  
Margarita Rosa De Francisco, interpreta a la callada Amalia. Una mujer que refleja la infelicidad en su cuerpo y rostro. Habla poco, fuma mucho y manipula a su antojo. Con ellos están Víctor Hugo Morant y Fabio Iván Restrepo por Colombia y Giulo Lopes y Rui Rezende por Brasil.
“García” fue escrita por Diego Vivanco quien ha trabajado como libretista de televisión en “Francisco, el matemático” y “Las noches de Luciana” y que llevó su historia a varios laboratorios de guión, con el ánimo de perfeccionarla y ponerla en tono.
Pero el oficio de escribir para televisión, pesa.  Al igual que, en la gran mayoría de las películas colombianas, en “García” la dramaturgia televisiva se impuso en algunas escenas con diálogos demasiado explicativos y con situaciones recurrentes. Pero también logra generar emociones y despertar sentimientos en los espectadores con escenas que nos resultan familiares y con acciones solitarias en las que predomina el silencio.  Vivanco construyó una personajes complejos y con vida propia y adornó la narración con una serie de detalles sutiles a manera de pistas que fueron develándose con el transcurrir de la película.
“Garcia” es una película técnicamente bien hecha pero en la que el autor está ausente. Su director, Jose Luis Rugeles se preocupó más  por la propuesta estética que por la ideológica y la dramática. Incluso una vez expuso que “García” era una comedia con tono dramático. Pero una historia no se puede llamar comedia solo por meterle unos cuantos chistes o por dejar que un actor actúe exagerado todo el tiempo.
Con todo y chistes flojos, el director logró “hacer una película muy bogotana” y eso se nota en las frías atmósferas de la sabana, en la cicloruta y en el tráfico de la carrera treinta.  Se siente Bogota, es verdad aunque su ubicación de época es confusa. Por el vestuario, los autos y el arte podríamos pensar que  “Garcia” ocurre en los ochenta, pero hay un detalle que tumba la teoría. El protagonista tiene ahorrados varios billetes de 50 mil pesos. Ahí surge la duda ¿Entonces las corbatas anchas, el teléfono de la casa y el Renault seis, son solo producto de la pobreza?
Pero estas preguntas terminan siendo irrelevantes cuando hay una película colombiana que busca hacerse su lugar en el nuevo movimiento cinematográfico latinoamericano. Al lado de historias como la mexicana “Lake Tahoe” y la uruguaya “El baño del papá”, de las que de alguna manera “García” ha bebido y con las que comparte varios elementos como personajes silenciosos, la bicicleta como medio de transporte y la pobreza.
Películas han sido bien recibidas no solo por la crítica sino por los espectadores que siempre agradecen un final gratificante:  Sin saber muy como, los protagonistas suelen salir bien librados.
Héroes del común que asumen su vida como mejor pueden y nos conmueven con su insípida vida.  Este tipo de historias fueron el tema favorito de los directores italianos después de la segunda guerra mundial.
Curioso que esté pasando ahora. Tal vez los directores latinos empezaron a cansarse de hacer películas de dictaduras, ladrones y narcotráfico y ahora ven con buenos ojos la cotidianidad, las calles y el deseo de superación.