Cada que exhiben sus películas, productores y directores se convierten en presa fácil de las críticas. No solo de los especialistas sino también de un público, más audiovisual que cinéfilo, que con el paso de los días ha aprendido a ser menos conformista. Bien por ellos, por los criticones, que se arriesgan a decir que una película les aburre o que pudo haberse hecho mejor.
Por supuesto, los espectadores tenemos el derecho de ver buenas películas. Aunque este, por ratos, parezca ser un privilegio. Lo bueno es que en este “mundo democrático”, los que hacen las películas también tienen sus licencias y cometen errores. Lo malo es que estas equivocaciones pueden condenar a una película al fracaso o que es lo mismo, a una taquilla fría.
Muchos factores son determinantes, el reparto, la actuación, la dirección y el montaje. Pero si hay algo en lo que los productores invierten muchas horas de su trabajo, es en la escogencia de la historia.
Muchos coinciden al decir que si hay un buen guión, ya se tiene la mitad de la película. Aunque no es una constante, porque hasta los buenas historias pueden perderse con una mala dirección.
A la hora de escoger un argumento el dilema siempre es el mismo: Irse por una historia original lo cual le garantiza cierta libertad o la adaptación, lo que bien podría ofrecerle alguna tranquilidad de caminar por el terreno seguro del camino que otros ya emprendieron
Lo cierto es que decidirse a contar una historia reconocida, además de ser un acto supremo de confianza, es uno de los mayores retos que puede ponerse un quipo de producción. Intentar seducir y mantener atento a un espectador que antes de empezar la película ya conoce la anécdota mejor tan bien como quien la narra, requiere arrojo.
La historia de Caperucita Roja, cuyo origen data del medioevo, cuando era una simple leyenda oral que servía de advertencia sobre el peligro de hablar con desconocidos. Con el paso del tiempo y gracias a varios autores (incluidos Perrault y los hermanos Grimm) y muchos, muchos años después llegó al cine, donde parece haberse convertido en una anécdota muy atractiva.
Entre las adaptaciones que se han hecho está la divertida farsa “Encuentro con el lobo” (1996), protagonizada por Reese Witherspoon, la animada “Roja caperuza” (2006) y ahora llega “La chica de la capa roja”, en la centraremos nuestra atención.
Esta producción dirigida por Catherine Hardwicke, la misma de “Crepúsculo” se propone darnos una nueva mirada a la historia clásica. La historia de la niña que se pierde en el bosque y es víctima de un lobo acosador, queda un poco relegada para darle paso sino a un hombre lobo, a algo de cacería de brujas y por supuesto, a un romance tormentoso que involucra una madre interesada y un secreto guardado. ¿Le parece demasiado? Todavía hay más y es que esta Caperucita llamada Valerie, derrocha hormonas a su paso y además puede entender los aullidos del lobo que le pide que se vaya con ella.
Con toda esa información, los espectadores también son introducidos en un juego de confusiones al ponernos a dudar de quien el verdadero lobo que acecha a la jovencita. Pero esto que al principio parece ser un atributo de la película se vuelve repetitivo y, por supuesto, termina siendo aburrido.
El guión que estuvo a cargo del mismo que escribió la aterradora “La huérfana”, parece no haberse decidido en el género desde el cual iba a mover la historia.
Porque “La chica de la capa roja” al principio se nos plantea como un thriller cuando se corre el rumor de que el lobo ha vuelto a atacar la pequeña aldea. Pero después se transforma en melodrama cuando nos involucramos en una historia de amor imposible entre Valerie (Caperucita) y Peter (el leñador) aunque después se transforma un poco en tragedia, cuando el destino castiga a los protagonistas. Al final el amor triunfa de alguna manera y volvemos a ser ubicados en el melodrama.
Pero también hay pequeñas escenas que nos hacen reír, no se si con intensión o no, pero están dialogada de al manera que solo da risa, como aquella de “Abuelita que ojos tan grandes tienes”.
En “La chica de la capa roja” la postura de Hardwicke dista mucho de ser cómoda. La extensión de algunas secuencias es innecesaria y su puesta en escena parece ser más teatral que cinematográfica, con escenas marcadas por muchos personajes que hablan y se mueven a la vez y con pocas reflexivas.
Y aunque la secuencia final parece algo seductora, en definitiva la apuesta de hacer una Caperucita Roja medio thriller, medio hombre lobo, medio original, medio novedosa, no funciona. Es que a la hora de hacer una película, hay que saber lo que se quiere: ¿O hacemos la original o nos arriesgamos a una adaptación nueva por completo? Pero no se puede hacer todo a la vez. Eso sí que no.