“Los colores de la montaña” es una película que tiene aciertos. No solo por su historia que se nos muestra los dramas que se desarrollan paralelos al conflicto armado en el campo colombiano, sino también su casting, la gran mayoría conformado por actores naturales. Dramática, dura, bonita, tensionante y divertida en su justa medida, esta producción conmueve e involucra con inteligencia evadiendo la guerra. El manejo del tema es respetusoso, parte de un investigación y lo mejor, se ahorra la oda a la picardía y a la pornomiseria. Como resultado el espectador queda bastante involucrado en un conflicto que a veces vemos lejano y ajeno.
Como muchas de nuestras películas nacionales, la historia detrás de la producción es tan interesante como la narración misma. Desde su concepción “Los colores de la montaña” fue re-escrita 18 veces y se demoró nueve años en culminarse. Su director es Carlos César Arbeláez, un comunicador social que llegó a esta carrera porque era lo más parecido a lo audiovisual, después de haber descartado la música (aunque fue clarinetista varios años), y la ingeniería electrónica de la que hizo tres semestres.
Pero su pasión por el cine empezó a los diecinueve años cuando, en medio de un paro de su universidad, hizo el curso “Las cien mejores películas del cine” que dictaba el padre Luis Alberto Alvarez. Después de esto, todo cambió, dejó la ingeniería y se embarcó en la aventura de convertirse en realizador.
Después de graduarte de la universidad, trabajaste como camarógrafo y editor y luego empezaste a hacer documentales. ¿Cómo fue que tu paso a la ficción?
En el 92 empecé a hacer muchos documentales inspirados en personajes y lugares urbanos. En ese entonces me gane una beca de Colcultura para recuperar archivos caseros de 8, super 8 y 16 milímetros. Ahí empecé a engolosinarme con el cine. Hice un primer cortometraje llamado “La edad del hielo” en 1999 que era también con niños. Después se me ocurrió escribir “Detrás de la montaña”, la historia de un niño que quería saber que había detrás de una montaña. Ahí empezó todo, pero no acabó…
El tuyo fue un camino largo, una carrera de obstáculos que tuviste que aprender a saltar conforme iban llegando. Pero siempre tuviste fé en tu proyecto.
No creas, al principio tuve el miedo de que una película de campo podría no interesarle a nadie porque ese tema estaba pasado de moda en Colombia. Además yo no soy campesino, aún así me dejé guiar por la intuición. Me acuerdo que una vez le pasé la primera versión a un amigo que me dijo “¡que montañerada!” (risas) y yo pensé, sí que bobada seguir con esta película. Pero cuando vi “A través de los olivos” del Kiarostami me volví a animar. Contacté al Mono Osorio, que era uno de los productores más importantes en Colombia, armamos una coproducción y conseguimos cien mil dólares. Pero en eso, se murió el Mono y todo se canceló. La depresión fue tremenda, tuve que devolver la plata y estuve tres años encerrado, se me cayó el pelo, hasta mi mamá pensó que me había embobado: “Tan viejo y con esas bobadas de hacer una película” (risas). Después llegó la ley de cine y los estímulos del Fondo de Desarrollo Cinematográfico y todo se reactivó.
No hay duda que una de las cartas fuertes de este largometraje es su casting. Los niños actúan con naturalidad y parecen sentirse bastante cómodos frente a la cámara…¿Invertiste mucho tiempo en su preparación?
Yo sabia que no me podía equivocar en el casting y me demore dos años haciéndolo. Porque quería que el protagonista fuera futbolista y campesino, pero esa combinación no era fácil de encontrar. Así que recorrí veredas y las comunas de Medellín, porque allí viven muchos de los desplazados de los campos. También visité 22 escuela populares del deporte, creo que en total hice pruebas a unos 700 niños, pero valió la pena. Después de que los encontré, me los llevaba cada fin de semana al pueblo donde iba a hacerse el rodaje. Quería que sintieran el campo y sobre todo que se hicieran amigos. Algo triste es que uno de ellos (“Pocaluz”) vivió en su realidad un proceso de desplazamiento similar al de su personaje.
Entonces había mucha responsabilidad y presión. No solo por tratar con actores naturales sino por la cercanía con el tema.
Claro. Elegir un casting natural es muy difícil y no creo que sea mas barato porque hay que ensayar muchas veces y se desconcentran con facilidad. Casi se acaba de dirigir en el cuarto de edición…Y con respecto al tema, me esforcé en tratar el mundo de los niños con mucho respeto, por eso no utilicé planos cerrados con ellos. Tampoco dejé que leyeran el guión en su totalidad y no quise que lloraran. Es que conmover con películas de niños y guerra es muy fácil y yo no quería manipular al espectador… Pero así y todo el publico llora, ufff… No te imaginas…
Por su historia “Los colores de la montaña” ha sido comparada con algunas películas kurdas e iraníes. Sin embargo tiene elementos muy locales, como la guerrilla y los paramilitares cuyas diferencias son sutiles y difíciles de percibir para un extranjero.
Quise centrarme en la realidad y la gran constante en los campesinos es la zozobra. Por eso metí en un mismo saco guerrilleros y paramilitares. Los he ninguneado a drede, porque ellos son una amenaza latente y real pero a la vez son “fantasmas”. Mi intención era mostrar el conflicto armado en el que viven los campesinos colombianos, a través de un niño. Todo se ve y se oye desde los ojos y los oídos de él que todo lo que quiere es rescatar un balón de un campo minado. Pero mientras tanto, casi que detrás de una cortina, el mundo a su alrededor se va borrando.
Y de hecho los colores se van desvaneciendo a medida que avanza la película…
Nadie me cree cuando les digo que el único rodaje en que yo he estado es en el de “Los colores de la montaña”, pero es verdad. Entonces todo el proceso de la película se dio de manera natural, creció silvestre. Y eso de ir matando los colores a medida que avanzaba la historia fue intencional, porque a este niño, la realidad le va apagando la alegría de a poquitos. De hecho la última secuencia es casi en blanco y negro, porque quería que el público se quedar con el rostro de ese niño y se fuera pensando en él. Y sí pasa…