Resulta extraño ver a Campanita sin Peter Pan. Saber independiente a un personaje que desde 1954 se nos presentó a su lado, dispuesta a ayudarlo en lo que él necesitara. Pero desde aquella primera versión de “Peter Pan”, él siempre la mantuvo al margen y ella asumió con gusto el rol de ayudante de vuelo y de celosa de turno. Esa fue la Campanita que todos conocimos en la película producida por Walt Disney y que estaba inspirada en el cuento escrito en 1904 por el escocés James M. Barrie.
Con el paso de los años, la película se convirtió en un clásico para los adultos, pero no logró conquistar nuevos espectadores. Tal vez la historia del niño que no quiere crecer resultó ser poco atractiva o fueron intimidados por el renombrado síndrome de Peter Pan. Hay que decirlo, la ocurrencia de los sicólogos de utilizar su nombre para referirse a los hombre inmaduros terminó de arruinar la poca reputación que le quedaba al pobre Peter.
Ante semejante panorama, los creativos de Disney hicieron leña del árbol caído y apostaron por quien, estaban seguros, sería un éxito comercial y se la jugaron por Campanita. Eso sí se cuidaron de no ponerla junto a Peter Pan y de pronto el hada se convirtió en protagonista.
Fue un riesgo controlado porque en lugar de aventurarse a contar la historia de Campanita después Peter Pan, prefirieron mostrarnos su pasado. De repente la vida del hada antes de caer en manos del eterno niño, resulto no solo ser interesante sino también un gran acierto. No solo por las cifras sino también por el fin altruista de salvar un personaje que estaba condenado a desaparecer de los referentes infantiles,
La saga de hadas propuesta por Disney Fairy, empezó en el 2008 con “Thinker bell” , siguió con “Thinker bell y el tesoro perdido” y ahora llega con “Thinker Bell y el rescate de las hadas”. Las tres películas muestran que Campanita no siempre fue insegura, acomplejada y vengativa. Antes era un hada aventurera, independiente y divertida.
Dirigida por Bradley Raymond, ( “El Rey león 1 ½”, “El Jorobado de Notre Dame”, “Pocahontas 2”) “Thinkerbell y el rescate de las hadas” se sobrepone al estigma de ser solo una película para niñas contada con bellas imágenes. La historia transcurre a comienzos del siglo pasado, en una casa de campo donde viven un padre y una hija. La soledad que rodea a la pequeña es tal, que ella se acompaña solo por los dibujos de las hadas en las que cree ciegamente. El padre, un científico coleccionista de mariposas, siempre está demasiado ocupado para dedicarle tiempo a su hija. Pero ella no se lo reprocha y conserva la esperanza de llegar a ser algún día como él. Mientras tanto, construye una casita diminuta en la que espera poder hospedar algún día a un hada de verdad.
Cerca de allí está la colonia de hadas, que al igual que las abejas, trabajan sin descanso. Un lugar habitado y gobernado solo por mujeres y un par de duendes que obedecen sus caprichos y se encargan del trabajo muy pesado. Gracias a las hadas las mariposas son de colores, los años tienen estaciones y después de la lluvia y el sol, sale el arco iris. En este universo perfecto y coordinado, Campanita es conocida por reparar todo lo dañado pero también por ser la más curiosa. Y es esta cualidad la que la lleva a quedar encerrada en la casa hecha por la niña. De allí a la habitación de la niña, solo hay un paso y cuando menos se lo imagina, Campanita se ve atrapada.
A partir de este evento, la película nos muestra la construcción de una amistad que se afianza con dibujos, sonrisas y clases de vuelo dentro de la habitación. Una dinámica que contrasta con la incomunicación y la falta de atención que el padre manifiesta hacia su pequeña. Ante la ausencia de Campanita, las otras hadas se proponen rescatarla y sin dudarlo se lanzan en una búsqueda que mantiene a los espectadores atentos y expectantes. Así de entretenida es “Thinker Bell y el rescate de las hadas”, una historia producida por John Lasseter (“Toy story” “Buscando a Nemo” y “Up”), quien conoce la fórmula para conseguir películas divertidas en las que domina una historia redonda, bien desarrollada y donde cada elemento puesto tiene su razón que conserva su tensión entre la acción, la ternura y la aventura.
Películas como esta demuestran una vez más que no es necesario acudir a promesas inexactas ni premisas reforzadas para cautivar al espectador. Basta con exponer situaciones creíbles y que cumplan con su propósito de informar pero que también de fortalecezcan la trama. Como el hecho de que el papá científico se encapricha con un hada convencido de que se trata de una extraña mariposa o que el rescate se realice en una noche de lluvia, cuando las hadas no pueden volar.
Aquí no hay nada de decepción y el espectador permanece atento para ver la resolución de un conflicto que resulta creíble y cotidiano. ¿Qué más cercano que el abandono al que los padres someten a los hijos en nombre del trabajo?
Como es de esperarse, el final es el esperado. Emotivo, bien contado y con moraleja. Y aunque es poco sorpresivo, deja satisfechos a personajes y espectadores que observan complacidos como todos cumplan su deseo: La niña logra volar con las hadas y le demuestra a su papá que ellas existen, mientras que Campanita consigue unir a esta niña con su padre. Y claro, las hadas ejecutan un rescate perfecto.
Por eso es que “Thinker Bell y el rescate de las hadas” no es exclusiva para niñas y nos engancha a todos por igual aunque los personajes sean hadas y todo se resuelvan de manera feminista.