miércoles, 22 de febrero de 2012

J. Edgar

Leonardo Di Caprio ha llegado a un momento de su vida en que arrasa con quien está a su lado.  ¿Quién lo iba  a pensar? Aquel muchachito intrépido que saltó al Titanic  instantes antes de que zarpara, ha mostrado su garra como actor.  “El aviador”, “La isla siniestra”, “Revolutionary road” y “El origen” han sido algunas de las películas sobre las cuales el actor ha ido construyendo su oficio y ejercitando el músculo.
DiCaprio supo sacudirse a tiempo de su sino de niño guapo y asumió el oficio como los grandes.  Para su propósito, se puso bajo las órdenes de grandes directores y escogió bien los proyectos que habrían de forjarlo.
Ahora en “J. Edgar”, interpreta a John Edgar Hoover, el polémico hombre que estuvo en la dirección del FBI durante 48 años, lidiando con presidentes y conflictos nacionales.  El nombre de Hoover todavía es recordado por muchos, no solo por su astucia sino también por la sevicia con la que manejo la información relacionada con ciertos temas.  Hoover llevó a su ámbito laboral, convirtiendo en asuntos de estado sus odios más profundos como su anticomunismo y su racismo.  
En “J. Edgar”, el director Clint Eastwood saca provecho de las anécdotas protagonizadas por Hoover y que fueron bien conocidas por muchos, como el espionaje hecho al presidente Kennedy para descubrir su ligero comportamiento sexual.  Sí, Hoover supo mantenerse en el poder y para desgracia de muchos estuvo  28 años al frente del FBI, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de Estados Unidos.
De este personaje mucho es lo que se ha dicho y escrito.  Y claro también lo hemos visto pasar frente a la pantalla, como personaje, en largometrajes como “Nixon”, “Chaplin” y “Enemigos públicos”.

Ahora Clint Eastwood le dedica una película con la que pretende abarcar toda su vida.  Con una narración que transcurre entre el presente y el pasado, Eastwood nos muestra a este hombre en todas sus dimensiones.   
A Eastwood más que las historias parecen importarle los hombres y mujeres con caracteres definidos que apuntan hacia su meta y no se detienen.  Protagonistas complejos, ambivalentes y testarudos que mueven las escenas y avanzan en pos de un sueño.  “Invictus”, “El gran Torino” y  “Golpes del destino” (Million dollar baby) han sido algunas de sus películas en las que queda demostrado el gran director de actores que es.  
Ahora con la vida de John Edgar Hoover,  Eastwood camina  seguro primero por la gran cantidad de información y hechos con los que alimenta su película y también por tener a DiCaprio en su papel protagónico.  DiCaprio, por su parte, se toma las cosas muy en serio y ahora en su papel de J. Edgar se sometió a una meticulosa transformación que incluía yeso en la cara, extensiones en el cabello y depilación en el rostro.  Pero la apariencia es solo una parte de la caracterización.  El mérito real de DiCaprio recae en su actuación.   En la construcción de un personaje bien concebido desde le guión, un hombre lleno de contradicciones y que se debate entre el poder y el temor.  Él se sabe poderoso, pero frente a su madre se doblega, se siente inseguro y siempre la aconseja. 
Y aunque terminamos conociendo bastante la vida de J. Edgar Hoover, también avanzamos por la historia de Estados Unidos. Presenciamos entonces los eventos más trascendentales que marcaron el rumbo no solo del FBI sino también de una nación que navegó por aguas inciertas. 
El rapto del hijo de Charles Limbert, la muerte de John F. Kennedy y el asesinato de Martin Luther King son algunos de los eventos referenciados por Eastwood que termina de contextualizar la historia y ubican al personaje en su momento histórico.  Sin perder de vista la dimensión más humana de Hoover, quien siempre fue un homosexual reprimido. 
Ante este tema, el director fluye con libertad y se adentra en los terrenos más emotivos y sensibles, exponiendo la dualidad de un ser que se debate entre el amor y la apariencia.  Llegando al climax con una escena en que, en medio del dolor provocado por la muerte de su madre, se desvanece frente a un espejo mientras usa su collar y la evoca con amargura.  Esto solo lo puede lograr un gran actor dirigido de manera magistral.  
Las apuestas hechas por Eastwood en esta película fueron evidentes.  No caminó descalzo y se fue de frente a dar sus opiniones, a revelar secretos o tal vez a levantar la voz para gritar los rumores.  Tal vez por eso fue castigado en los premios Oscar, donde ni siquiera clasificó en la lista de las nominadas.  Una película tenía mucho para estar entre las ganadoras.  Este es el precio que se paga por salirse del redil.  Lujos que se puede dar un director de su edad…