martes, 25 de enero de 2011

“Las hierbas salvajes”


Para el amor, la casualidad no existe. Todo hace parte de un juego orquestado por el destino que se encarga de unir a quienes quiere, de manera caprichosa y incuestionable. Así sucede en la película “Las hierbas salvajes” (Les herbes folles), que parte del encuentro fortuito de dos seres urbanos y complejos.
Una historia anclada con un narrador injerente que explica los sentimientos de sus protagonistas, que expone y adelanta sus acciones y que también da su opinión de las emociones y las situaciones.  Un elemento recurrente y bastante conocido por su director, el francés Alain Resnais que se dio a conocer hace más de cincuenta años con películas como “Hiroshima, mon amour” y “El año pasado en Marienbad”.
A sus 87 años, Resnais sigue tan activo y actual como el que más.  Considerado junto con Truffaut y Jean-Luc Godard, uno de los principales exponentes del movimiento conocido en los años 50 como la “nueva ola francesa” (nouvelle vague) y que se caracterizaba, entre otras cosas, por la libertad narrativa del director.  En aquellos días se impusieron historias poco pretensiosas, rodadas en escenarios naturales, con bastante improvisación y poca fabricación. El resultado fueron películas como “Los 400 golpes” (Truffaut) y “Sin aliento” (Godard), que se han convertido en verdaderos objetos de culto para los cineastas.

Pero no solo de los triunfos del pasado vive Resnais y por si alguien lo duda, ahí está “Las hierbas salvajes” (2009). Una película fresca y divertida y a la vez sólida y madura.  Resultado de la experiencia de un autor que, ante todo, escucha su voz interior sin importarle transitar de un género a otro en menos de cinco minutos. De ahí que en “Las hierbas salvajes” pasemos de la comedia al thriller o incluso caminemos por los terrenos de la farsa dentro de una misma historia.
Basada en la novela de Christian Gailly y adaptada por el mismo Resnais, la película parte de un hecho fortuito.    A Marguerite (Sabine Azéma) le roban la cartera y su billetera es arrojada en un estacionamiento, donde la encuentra George (André Dussollier), un hombre atribulado por sus pensamientos y un pasado turbio que nos deja ver que las cosas no son lo que parecen. Pero la causalidad deja el camino libre   
Al abrir la billetera y descubrir la fotografía de aquella mujer, George empieza a alucinar. Sabe que debe regresarla pero duda en la manera de hacerlo. Consigue el teléfono de la mujer, la llama pero ella no contesta, después se decide a entregar la cartera en la delegación de la policía. Pero ni así, George se libera de obsesión por la misteriosa mujer y solo se aleja cuando recibe una advertencia de la policía. Entonces los personajes cambian de rol y el gato se convierte en ratón, George se transforma en el objetivo de Marguerite, que extraña tanto su presencia, que empieza a asediarlo. Un juego de equívocos, ensoñaciones y fantasías que les tiende el destino, como si se empeñara en unirlos.
Una historia de obsesión, persecución y enamoramiento  a destiempo de unos protagonistas que no terminan de entender sus corazones.  Ella, una odontóloga a la que le gusta pilotear aviones y él un hombre casado, padre de dos hijos mayores que disfruta viendo películas clásicas y soñando con volar. Mientras su esposa, una mujer que fluye con la vida y que no entra en conflicto ni siquiera con la recién aparecida.
Todo con un manejo caprichoso del tiempo, con un montaje inteligente que no pretende ser invisible sino que al contrario busca generar interrogantes a través de escenas que se estiran con cámara lenta o que se repiten en diferentes momentos. 
Y los diálogos por la misma línea: algunos directos pero otros abiertos, repetitivos y absurdos, al punto que no parecen ir para ningún lado y que resultan chistosos. Textos que no obedecen al manual del guionista que reza que los diálogos deben ser directos, mostrar sicologías y telegrafiar la acción.
Pero a él parece no importarle, incluso nos muestra los pensamientos de sus personajes en forma de globitos y es generoso en el colorido de sus escenas. Ajustando todo con cortinillas musicales que a manera de broma nos dan licencia para reírnos de manera relajada. El juego que hace con los espectadores puede ser ameno con sus elipsis y vistiendo a su protagonista con un abrigo similar al de “El principito” (piloto de aviación, después de todo).  
Auque a veces tanta libertad y en cierto modo, la falta de una historia realmente relevante cansa, también hay que darle el merito a la lucidez con la que Resnais nos cuenta la historia.

lunes, 17 de enero de 2011

NI SUSPENSO NI COMEDIA


Mientras toma su desayuno en un café parisino, la bella Elise (Angelina Jolie) recibe la carta que ha estado esperando durante más de un año. La nota enviada por su amante  es clara:  Debe emprender un viaje a Venecia, escoger un hombre que tenga sus mismas características y utilizarlo de señuelo para confundir a quienes lo buscan. 
Elise se pone en marcha y sigue al pie de la letra las indicaciones, logra evadir a quienes la siguen y después de abordar un tren y recorrer sus vagones encuentra un candidato idóneo.  Se trata de un turista norteamericano llamado Frank (Johny Deep), que viaja a Venecia para superar el luto producido por la muerte de su esposa. 
Elise envuelve al hombre con su belleza y consigue llevarlo con ella hasta su hotel y así distraer a quienes la siguen. Frank, sin hacer mayores preguntas se deja llevar, pero todo cambia cuando descubre que unos chicos malos que intentan asesinarlo. 
Y mientras  ella trata de ayudarlo, descubrimos que en realidad es una agente que trabaja de incubierta en un caso de lavado de dinero y que todo hace parte de un plan para capturar a un peligroso estafador que debe mucho dinero al país. Y los chicos malos los persiguen con estilo de película infantil sin acertar ninguno de sus disparos, mientras que la hermosa agente sale siempre bien librada, sin perder el estilo, ni partirse un tacón. Todo en medio de la Venecia glamourosa de los más ricos que exhiben sus vestidos de colección y sus diamantes en cenas exclusivas.
De esto se trata “El Turista”, una película cuyo mayor logro está en su caprichosa nómina actoral que fue anunciada como su mejor atributo al unir “por primera vez”  a Jolie con Deep. Con ellos  también están Timothy Dalton (el ex James Bond) y Paul Bettany (“El código Davinci” y “Una mente Brillante”).  El otro as de la película es su director Florian Henckel von Donnersmarck, ganador del premio Oscar en 2006 por “La vida de los otros”.
Pero más y más no garantiza un éxito. A pesar de tratarse de un remake, “El turista” no alcanza ni siquiera a igualar a su original, el largometraje francés “Anthony Zimmer” realizado en 2005 por el francés Jerôme Salle. Y que en su momento recibió las mejores críticas al hablar de su película como un homenaje al maestro del suspenso Alfred Hitchcook. 
En cambio con  “El turista”, Henckel von Donnersmarck no logró trasmitir la intriga necesaria en un thriller y las secuencias de persecución se limitaron a disparos sin dirección pero que no consiguen crear ninguna tensión real.   

Tal como está, “El turista” es una de esas películas que no terminan de inscribirse en  un estilo ni en un género. Le falta misterio para ser thriller y le sobra música, pues no es telenovela. 
El suspenso que intenta despertar se disuelve después de las primeras secuencias con la mediocre actuación de un Johnny Deep que ya ha ido acostumbrado cada vez más a sus papeles de películas infantiles. Mientras que Angelina Jolie desfila por las escenas, haciendo su mejor despliegue histriónico al exhibir su cuello de diez centímetros de largo y posando con cara de mujer fatal. Es válido,  la belleza también llena las salas.
Sin embargo y a pesar de la bonita pareja que puedan hacer Jolie y Deep, en “El turista” el romance no es una característica. A pesar de los rumores de los celos de Brad Pitt, la realidad es que en pantalla hay poca química entre la pareja protagónica. Tampoco es una película de  acción porque aunque narra una historia  de perseguidos y persecutores, carece de tensión y las escenas de huida causan risa en lugar de emoción y pálpitos.

Todo producto de un director que no termina de ser claro en su propuesta. Una película que aceptó dirigir solo por la llamada de Jolie y porque le significaría su entrada a Hollywood. Una entrada desafortunada y confusa,  porque lo último que se dijo de “El turista” es no era un thriller sino una comedia.  Y ahora está nominada a los premios globo como una comedia. ¿Perdón? cada vez entiendo menos.
De comedia “El turista” tiene poco.   Salvo dos o tres secuencias que causan risa por lo cursi de sus diálogos y por lo absurdo de su puesta en escena.  Por lo demás, faltó arrojo.
Tal vez debió desprenderse de su purismo estético y vencer el complejo de que provocar carcajadas es vergonzoso. Tuvo que aprovechar más a su personaje protagónico y en lugar de ponerlo a actuar con cara de despistado, debió sacarlo de su área de confort y hacerlo torpe de verdad.  Debió sacudir a la Jolie, despeinarla y hacerla entender que ya es hora de dejar  de sentirse la más fatal de las divas.
En cuanto a la música, hay que reconocerlo. Aquella saturación musical… eso si da risa.

domingo, 9 de enero de 2011

UN HOMBRE SOLTERO


Disfrutar el cine a sorbitos es un derecho que en los últimos años ha adquirido la categoría de privilegio.  Pocos directores escapan a la influencia alienante de la televisión desbordante de diálogos o las presiones de la industria que todo lo resuelve con efectos ruidosos y persecuciones. Así las películas se transforman en  pistas de carreras donde los protagonistas se mueven de prisa, saltando obstáculos para llegar a su meta antes de que corran los créditos finales.  Todo ocurre en tantos días y escenas que a veces es imposible llevar la cuenta.
Entonces toparse con una película como “Un hombre soltero” (A single man) es algo parecido a comerse un postre hecho con varios ingredientes, texturas y sabores.  Pero en esta película el deleite va más allá de la estética pulcra, de la elegante dirección de arte y de las secuencias cadenciosas. 
Por supuesto, el cine entra por los ojos, y ningún director pretende hacer una película con fotografía fea, pero si existen aquellos cuyos encuadres no trasmiten ni simbolizan nada.  Se limitan a usar  la imagen como un medio para trasmitir un mensaje, olvidando que pueden hacer de ella un planteamiento o una tesis.  Pero también hay otros que exploran las imágenes, conceptualizan los encuadres y construyen con las secuencias su voz narrativa. Esta manera de contar ha sido labrada por algunos en las escuelas de cine, pero también ha sido otorgada a otros por puro instinto y gusto estético. Este es el caso de Tom Ford, quien durante muchos años fue el diseñador estrella de Gucci y que el año pasado debutó como director de cine con “A single man”.
La vida de Ford está llena de giros, creaciones y aciertos.  Empezó  estudiando algunos semestres de historia de arte y arquitectura, pero terminó trabajando como diseñador en Gucci.  Allí donde se dio a conocer en la década de los noventa, cuando libró a la compañía de caer en la quiebra.
Desde ese momento su nombre sonó en las pasarelas y en el medio cinematográfico. Vistió a los famosos en varias ceremonias de premiación y trabajó en el departamentos de arte de algunas películas. Más que por sus diseños y sus gustos refinados, Ford  ha sido reconocido por la manera abierta en que asume y habla de su homosexualidad. Frente al tema, siempre ha sido genuino, abierto y rebelde.
Entonces que se haya dado un paso a la dirección con una película de temática homosexual es predecible.  Esta es una esfera que conoce bien y en la cual se mueve libre para explorar a gusto, con su mirada de diseñador-admirador de la belleza masculina.
Basada en la novela escrita por Christopher Isherwood (1964) y adaptada por el mismo Ford , “A single man” fue traducida con los nombres de “Un hombre solo”, “Un hombre soltero” y “Solo un hombre”, habla de eso:  De soledad y masculinidad.
La película transcurre en un día solo día en la vida de George, un profesor universitario que vive en Los Ángeles a comienzos de los 60 y que está sumido en la soledad de un luto. Y mientras todos a su alrededor comentan su temor por la amenaza silenciosa de los misiles y de Cuba, él se alimenta de recuerdos dulces y planea su propia muerte.
Esta no es una historia de “cine rosa” convencional, en la que se recrean los avatares de los amores incomprendidos y señalados por la sociedad. Más bien es una declaración de libertad y de un amor profundo y bien correspondido que sobrevivió en medio de los convencionalismos sociales de la época.  Pero esos tiempos han quedado atrás porque la realidad de George está guiada solo por el agobio de saberse vivo con el recuerdo y el amor intacto por el ausente. Y mientras padece su agonía, analiza la vida de quienes lo rodean a través de secuencias pausadas que dan tiempo de digerir sus reflexiones. Por un lado sus vecinos, la típica familia estadounidense llena de hijos, la vida de su amiga recién divorciada y que siempre ha estado enamorada de él y la de un alumno que empieza a explorar en la sexualidad igual que lo hace con las drogas. Y la muerte siempre al acecho, unida al amor, al olvido y a la vida.
Con “Un hombre soltero”, Ford superó las expectativas.  Sacó provecho de óptica de diseñador y dirigió una pieza auténtica y elegante que zurció con los actores con Colin Firth y Julianne Moore.
Lástima que debido a su tema, no sea una película fácil de digerir para todo el público. Porque aún hoy, cuarenta años después, las relaciones homosexuales siguen siendo vistas con fastidio y tabú. Pero el amor y el duelo no son temas exclusivos de los heterosexuales y el cine tampoco es terreno solo de los cineastas. Y si no, que le pregunten al diseñador Tom Ford. 

martes, 4 de enero de 2011

EL SUPER HEROE DE LOS MOJADOS


Hace algunos años Robert Rodríguez y su compadre Quentin Tarantino presentaron “Grindhouse” una película de terror conformada por dos partes que proyectaron una tras la otra (tipo cine rotativo) en salas de proyección baratas.  Para hacer el show más divertido, entre una y otra presentaron una serie de trailers falsos de “futuras películas” pero que jamás tuvieron intención de rodar.
Entre ellas estaba “Machete” la historia de un ex policía federal mexicano que emprende una venganza contra sus enemigos de frontera. El éxito del trailer fue tal que el público empezó a preguntar por la fecha de lanzamiento del largometraje que, además de sanguinario y grotesco, prometía ser muy divertido. 
Rodríguez decidió complacer a sus seguidores.  Llamó a su eterno extra Danny Trejo, un actor chicano con cara marcada, cuerpo tatuado y le propuso el primer protagónico de su vida. Trejo emocionado aceptó, sin imaginarse  que meses después estaría compartiendo crédito con Robert de Niro y besos con Jessica Alba, Michelle Rodríguez y Lindsey Lohan.  Nada mal para un exconvicto que estuvo recluido algunos años durante su juventud y que solo había encarnado pequeños papeles dignos de un latino feo:  matón, contrabandista y presidiario.  Pero su experiencia en más de 200 películas y su “antifísico” fueron determinantes en esta producción, a pesar de que en una industria sea indispensable ser joven, guapo y atlético.

Fue así como le dio vida a “Machete”, un policía federal mexicano de frontera que después de ser víctima de una emboscada, hecha por su jefe en la que mueren su esposa y su hija, toma revancha. Todo esto ocurre del otro lado de la frontera (en USA), en medio de un polvoriento y amarillo pueblo de Texas donde los “mojados” mexicanos se las arreglan por sobre vivir respaldados por “la red”, un grupo al margen de la ley que vela por su bienestar.
En la frontera ilegales, narcos  y policías conviven y sobreviven.   El cura del pueblo filma las confesiones de sus feligreses y tiene en su sacristía cigarros de marihuana mexicana a la par de los tabacos cubanos, mientras que los mojados buscan integrarse a una sociedad que los necesita pero a la vez los rechaza con medidas políticas encabezadas por un senador protagonizado por Robert De Niro.
En este ambiente Machete, fiel a sus principios y afectos, pero sanguinario con sus enemigos, hace el mejor uso de sus destrezas y arremete con todo. Armado con cuchillos y machetes, propina cortes certeros a quienes quieren destruirlo y los amenaza con mensajes de texto en los que les advierte que “Se jodieron al mexicano equivocado”.
Entonces las vísceras, los brazos y las cabezas caen en medio de charcos de sangre en una película llena de muertos que soportaría aquel comentario de “necesita  intermedio para sacar los cuerpos”. Sin embargo, a pesar de lo grotesco y de que la sangre parezca salpicar, es difícil cerrar los ojos.  El horror y la risa se reparten las escenas llenas de cortes sanguinarios, decapitaciones y cuchillazos en una película que solo puede despertar  comentarios radicales. Mientras para algunos es violenta y grotesca, para otros es divertida y arriesgada.  Todo esto, por supuesto depende del cristal con que se mire.  Pero sea como sea, es interesante observarla desde el género en que está inscrita y es el “Gore”, un estilo en el que la sangre y las mutilaciones son sus mayores características. 
Desde sus inicios, Rodríguez se caracterizó por dirigir películas de bajísimo presupuesto y muchas balas. “El Mariachi” y “Desperado” estuvieron en su lista a las que luego se unieron “Del crepúsculo al amanecer” “Four rooms”, “Sin City”, historias en las que integró más ingredientes para sazonar su estilo.
Las mujeres de cuerpos esculturales, los zombies y la sangre chorreante han sido elementos recurrentes que Rodríguez mezcla a su antojo de acuerdo al proyecto que dirija.  A “Machete” se propuso darle un aspecto de película setentera con imágenes amarillentas que apuntala con efectos digitales burdos y divertidos, y con sonidos reconocidos en antiguas producciones televisivas como la del hombre nuclear. 

El artificio estético es el mejor medio para presentar una historia donde el tema termina siendo un gran chiste. Por haber nacido de estirar un falso trailer que contenía una historia completa, “Machete”  se cuenta como  un mito de  frontera:  Un feo irresistible, acompañado solo por un machete y un grupo de mojados, consigue derrotar a los chicos malos que pretenden colocar una malla eléctrica en la frontera para evitar que lleguen más inmigrantes.  Para contarlo Rodríguez buscó, además de Trejo, a Robert de Niro, Steven Seagal, Don Jonson y a Lindsey Lohan para que actuara como lo hace en la vida real (ebria y drogada).
Pero lo más interesante, es el mensaje cifrado de historia. Después de rendir un homenaje a ese espíritu rebelde mexicano que años atrás forjó revoluciones, Rodríguez siembra una inquietud: ¿Qué pasaría si los ilegales se rebelaran?