miércoles, 20 de julio de 2011

El mundo es grande...


“El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina” es el nombre de una película búlgara que el año pasado dio vuelta por varios festivales de cine recibiendo buenos comentarios de críticos y espectadores.  Y es fácil entender porqué.
La historia que tiene como protagonistas a un abuelo y un nieto, inicia cuando el joven Sashko (Carlo Ljubek), de origen búlgaro pero nacionalizado alemán, sufre un accidente y pierde la memoria.  Su abuelo materno, Bai (Miki Manojlovic) viaja a su encuentro con el propósito de ayudarlo a recordar todo aquello que ha olvidado. 
Tarea difícil para un muchacho que ni siquiera sabe como se llama, pero el abuelo tiene sus mañas y echa mano de aquello que más conoce: el backgamon.   El juego que ha representado para el viejo no solo un momento de diversión con sus amigos, sino también la mejor cátedra de vida, le ha proporcionado la sabiduría y la paciencia para soportarlo todo. 
Al juego se suma la irreverencia y la terquedad propias de abuelo con las que pretende remover los recuerdos escondidos de Sashko.  Entonces las visitas a la clínica se convierten en noches de canciones, relatos, estrategias de juego y licor. 
Pero sus métodos excéntricos incomodan a las directivas del hospital y terminan por expulsarlo del lugar.  Entonces el abuelo recurre a  su última y más efectiva jugada:  Regresar a todos aquellos lugares que hicieron parte de la niñez de su nieto, tal vez así logré recordar de dónde viene y pueda asumir su presente. Pero sobre todo, tal vez así logre recordar como eran sus padres, porque como el mismo abuelo le dice… “si quieres verlos de nuevo, solo podrás hacerlo a través de tus recuerdos”.
De esta manera abuelo y nieto emprenden un viaje en tándem (bicicleta con dos puestos) que los llevara por varios países de Europa hasta llegar a su natal Bulgaria.
“El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina” se convierte entonces en un “road movie” de anécdotas divertidas y sentimentales, que logra conmover a los espectadores a pesar de estar construida con lugares comunes.  Estamos familiarizados con ciertas situaciones cinematográficas que incluso podríamos anticipar el final de las secuencias desde su mismo planteamiento.
Pero eso no es tan malo, después de todo la complicidad también sostiene, mucho más cuando se engancha en otra historia que ocurre de manera paralela a aquel viaje. 
Esta estrategia narrativa con la que el director y guionista Stephan Komandarev nos da probaditas del pasado de la familia, sirve para que conozcamos los antecedentes de los personajes y así nos apasionemos con la historia familiar que han compartido.  Cada detalle, cada situación, cada gesto dan cuenta de un amor verdadero y profundo.  Entonces de repente todas estas situaciones de viaje se ven distinta asi como sus protagonistas. Empezamos a entender porque el joven se comporta como un viejo y porque el abuelo ha decidio mantener su espíritu joven a pesar de todas las adversidades. Inevitable no enamorarse de este personaje que decidió seguir asumiendo la vida como una partida de backgamon.

validez que el nieto recuerde pronto y que por favor se acuerde de todo.  Porque una historia como la suya, tan llena de amor y sacrificios de sus padres y abuelos en aras de su felicidad, no puede borrarse con un accidente. No sería justo. 
Así, esta película búlgara navega entre dos historias y  Aunque no es una comedia, utiliza ciertos elementos como el manejo opuesto que se le da a las sicologías de los personajes (convirtiendo al abuelo en el joven y al joven con comportamientos muy adultos).  Este tipo de Pero desde el comienzo esta película tiene un ingrediente extra que la salva de ser otra de tantas películas melodramaticas y de lágrima fácil.   La

Bueno de todas maneras, “El mundo es grande y…” es una película
Con su sabor dulce nos evoca a películas italianas cargadas de situaciones familiares  

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