miércoles, 22 de junio de 2011

CARANCHO


En el cono sur, Carancho es un tipo de ave que se alimenta de carroña.  Pero también se le llama así a las personas que viven y se gozan de la desgracia ajena. 
Justo así, “Carancho” es el nombre del sexto largometraje dirigido por el argentino Pablo Trapero y que narra la historia de Sosa (RICARDO DARÍN) un abogado cuarentón que por no tener licencia, tiene que dedicarse a un negocio sucio:  Se aprovecha de las victimas de los accidentes de tránsito, demanda a las compañías aseguradoras en su nombre y consigue mucho dinero para ellos y para él.   Es todo un “carancho”.
Pero no es el único, porque a medida que avanza la historia, descubrimos que en Buenos Aires hay muchos como él.  Seres inescrupulosos que viven al acecho de los accidentes para sobrevivir.   Un negocio sucio en el que también existen “mafias” que controlan el mercado y mantienen al margen a todo aquel que se sale de lo pactado.  Entonces gran parte del dinero que consigue el abogado (sin licencia) Sosa se lo quedan los peces gordos, dejándole a él sobras que apenas si le permiten sobrellevar una vida miserable y por ende, solitaria.   
El trabajo de Sosa no precisa horarios, ni lugares exactos.  Lo importante es llegar a las víctimas y convencerlas de que lo mejor que pueden hacer es demandar a la compañía aseguradora y para eso lo tienen a él.  Casi siempre los convence. 
Claro, a veces las cosas no suceden en ese orden. Porque cuando no hay muchos accidentes es cuando Sosa tiene que valerse de sus amigos y conocidos para jugar sucio.  Busca personas a las que les paga para que ocasionen accidentes y así pueda asegurarse con algunas demandas y pesos de más.

Desde la primera secuencia Trapero, nos muestra el panorama argentino de corrupción que envuelve los accidentes de tránsito y lo hace sin tibiezas.  Involucrándonos en un mundo habitado por seres oscuros, vampíricos, inescrupulósos que hacen lo que sea necesario con tal de mantenerse en el negocio de la calle.  Un nuevo tipo de fauna urbana que se sostiene solo sin tener que acudir a las personajes callejeros tercermundistas cliché como prostitutas ni ladrones.
En medio de aquella sordidez y en uno de tantos accidentes, Sosa conoce a Luján una médica drogadicta y solitaria que trabaja en una ambulancia recogiendo heridos. 
Entre los dos surge una relación extraña, oscura y casi desahuciada que termina por enredarse mucho cuando ella descubre los negocios que hace Sosa para mantenerse.  Lo  que en realidad molesta a Luján de su nuevo amor, es que arriesgue la vida de algunas personas solo por conseguir una demanda. 
A pesar de esto, se involucra con él e incluso se convierte en su cómplice de manera un tanto ingenua.  Este cambio repentino de pensar está impulsado (y tal vez justificado) por su arrebato de ánimo justiciero con el que pretende huir de la vida que tanto la agobia.  Entonces no resulta extraño que Luján abrumada por su soledad, por esa miseria que la rodea y por su misma adicción, termine aferrándose a Sosa al punto que pone en riesgo lo único que tiene: su propia vida. 
Pero esta no es una historia de amor.  O tal vez sí pero vista desde el thriller, entonces resulta medida, racional y desesperanzadora.  Justo así está planteada, como un romance que no desborda la razón ni sobrepasa los límites.  Y aunque se percibe el esfuerzo del director por querernos convencer de que aquella es una historia fuerte de amor, no se convence desde la pasión sino desde el sentido práctico en que estar juntos parece ser un mejor negocio que estar solos.
Durante casi dos horas “Carancho” nos sumerge en las calles del distrito de Matanza (del que es oriundo Trapero) y nos involucra tanto que terminamos conociendo a profundidad parte de la idiosincrasia local.  Trapero incluso se aventura a mostrarnos una fiesta de quince años de un sector humilde en una secuencia que me recordó a la narración de Claudia Llosa en “La teta asustada”. De todas maneras el tercer mundo es en todos lados el mismo.

 “Carancho” es desesperanzadoramente amorosa, una  película que nos remueve y cuestiona, pero sobre todo que  nos golpea.  Es el fin de la ingenuidad para quienes creen que falta algún lugar para ser impregnado por la corrupción, para quienes creen que en el cono sur las cosas sin diferentes.  
Aunque tiene acción y tensión, su final carece de sorpresa.  Una bofetada para quienes todavía sueñan con salirse de la corrupción.   

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